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Cambios neurológicos y psicológicos en el embarazo

Cambios neurológicos y psicológicos en el embarazo

Los cambios hormonales que acompañan la etapa del embarazo impactan el cerebro, influyendo en los procesos psicológicos básicos y superiores de las gestantes. Estos ajustes, que son parte del proceso natural de adaptación para preparar al cuerpo tanto para el parto como para la crianza y resaltan la compleja interacción entre el sistema nervioso y el sistema endocrino, que son los sistemas con mayor actividad durante la gestación. No todas las gestantes perciben a gran escala estos cambios, la mayoría de ellos no son excesivamente molestos para algunas y casi todos se revierten una vez la gestación termina.

El aumento de estrógenos, progesterona y oxitocina, ha sido estudiado como un evento promotor de cambios estructurales y funcionales en el contorno y volumen del cerebro de las gestantes, en respuesta a la asociación entre los sistemas endocrino y límbico. Las mujeres en estado de gestación experimentan modificaciones en: la glándula pituitaria (hipófisis), encargada de regular los procesos hormonales, metabólicos y sexuales del cuerpo; la amígdala, encargada del procesamiento emocional y el control de estados ansioso-depresivos; el hipocampo, que disminuye levemente su tamaño y produce alteraciones de memoria y de la capacidad de regulación emocional, originando lo que diversos autores definen como maternal brain o mom brain; y los ventrículos cerebrales que, al aumentar su volumen alteran el procesamiento del Líquido Cefalorraquídeo (LCR), la homeóstasis corporal y el funcionamiento del sistema nervioso.

El cerebro materno experimenta una reducción más o menos significativa en cuanto a volumen de materia gris, principalmente en el área temporal-parietal y en la división de los dos hemisferios cerebrales durante las semanas previas al alumbramiento y hasta 2 años después del mismo. Este proceso no representa la pérdida de funciones o de capacidad cerebral, al contrario, es un proceso de selección neuronal y de potencialización de conexiones, lo que genera modificaciones cognitivas y conductuales que irán apareciendo y desapareciendo simultáneamente según la etapa de gestación.

En las primeras semanas de embarazo, las funciones motoras y sensoriales se mantienen estables, sin embargo, con el paso del tiempo aparecen síntomas como: el vómito, micción urgente y estreñimiento; cambios en el sueño (que pueden alterar las funciones cognitivas y la percepción de la realidad) y cambios en el patrón de alimentación de las gestantes. Dichos síntomas, aumentan en ellas la vulnerabilidad de padecer cuadros de ansiedad, depresión, bajas estrategias de afrontamiento en el embarazo y sensación de escaso apoyo social, lo que puede relacionarse con la liberación de hormonas estimulantes del estrés y alteraciones en la atención y la memoria. Además de ello, los cambios progresivos y las manifestaciones corporales del embarazo, pueden llevar a cambios en la autoestima y el autoconcepto de la gestante, generando sensaciones de extrañeza consigo misma y dudas sobre su valor y el afecto de los demás hacia ella.

Entre el segundo y tercer trimestre de gestación, el sistema límbico, la corteza orbito frontal e incluso algunas regiones de la corteza prefrontal, controlan el desempeño integral de la gestante. Los circuitos neuronales integran toda la información sensorial y la almacenan con mayor facilidad, facilitando el aprendizaje, la respuesta a los estímulos del medio y la adopción de estrategias de afrontamiento ante situaciones incómodas; además, los eventos que giran en torno al embarazo se asocian con las emociones, aumentando así la productividad de la función atencional asociativa. Cerca al nacimiento, funciones como la atención selectiva, la memoria a corto plazo, la propiocepción, la planificación y el procesamiento de la información aumentan, ya que aumenta la actividad en el precúneo y en el giro cingulado.

Por último, en la etapa del posparto (o cuarto trimestre), hay un aumento en el locus de control, atención dividida, atención dirigida y en la planificación. También, existen alteraciones emocionales, trastornos adaptativos, alteraciones en la socialización y un aumento de las tendencias a la perfección, ocasionadas por el aumento de actividad en el lóbulo frontal en un intento por lograr equilibrios cognitivos, emocionales y sociales, lo que puede representar un factor de riesgo para desarrollar lo que se conoce como Baby blues o depresión posparto. A pesar de lo anterior, el proceso de embarazo y posparto no siempre acarrea condiciones emocionales adversas, sino que genera también emociones adaptativas como la alegría, el orgullo, la esperanza, la ilusión, la empatía y el apego.

El cerebro de las gestantes ejerce un papel protagónico en la integralidad del feto en desarrollo. Estudios indican que situaciones como el estrés materno por aumento hormonal y la liberación excesiva de serotonina, noradrenalina y dopamina, además de afectar el funcionamiento del sistema límbico y del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, generan riesgo de desarrollar complicaciones como: Restricción del Crecimiento Intra Uterino (RCIU), bebé Pequeño para la Edad Gestacional (PEG) y Bajo Peso al Nacer (BPN), factores de riesgo para el desarrollo neurocognitivo de los bebés y posibles indicadores de la presencia posterior de déficits en la atención, funciones ejecutivas y velocidad de procesamiento durante la infancia.

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